«El sacrificio espiritual»
Del Tratado sobre «La Oración»,
(Cap. 28-29: CCL 1, 273-274)
«La oración es el sacrificio espiritual que abrogó los antiguos sacrificios. «¿Qué me importa el número de vuestros sacrificios?» dice el Señor, «estoy harto de holocaustos de carneros, de grasa de cebones; la sangre de toros, corderos y chivos no me agrada. ¿Quién pide algo de vuestras manos?» Lo que Dios desea, nos lo dice el evangelio: «Se acerca la hora», dice, «en que los que quieran dar culto verdadero adorarán al Padre en espíritu y verdad. Porque Dios es espíritu» y desea un culto espiritual.
Nosotros somos, pues, verdaderos adoradores y verdaderos sacerdotes cuando oramos en espíritu y ofrecemos a Dios nuestra oración como aquella víctima propia de Dios y acepta a sus ojos.
Esta víctima, ofrecida del fondo de nuestro corazón, nacida de la fe, nutrida con la verdad, intacta y sin defecto, íntegra y pura, coronada por el amor, hemos de presentarla ante el altar de Dios, entre salmos e himnos, acompañada del cortejo de nuestras buenas obras, y ella nos alcanzará de Dios todos los bienes.
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